Kahl´ema

El chamán nos lo llevaba mucho tiempo advirtiendo. Durante innumerables lunas la tierra había temblado. El chamán nos dijo que la sangre que bombeaba en el interior de madre tierra cubriría nuestro hogar. Las runas habían hablado y los niños dejaron de reír.

Sería el preludio, la señal, a la venida del Kahl´ema. El devorador. Cada dos mil lunas escapa del interior de la garganta mientras ésta escupe la sangre que arde. Kahl´ema se sacia y, cuando las grietas de su mundo vuelven a ser seguras, regresa.

Dicen que, quien se cruza en su camino, queda paralizado ante su imponente forma. Que los huesos se te agarrotan y tu corazón deja de bombear vida. Todo se vuelve muerte. Dicen que su frondoso pelaje corta como el acero, que bajo éste sus poderosos brazos se mantienen en tensión y que son capaces de despedazar a cualquier ser viviente. Dicen que en sus ojos porta el infierno.

Cuando lo vi frente a mí, supe que jamás volvería a pisar el poblado, que nunca volvería a abrazar a mis hijos, ni besaría en la frente a mi esposa impregnándome de su maravilloso olor silvestre.

Comprendí el miedo de la presa.

Solo quedaba luchar.

Él o yo.